En los últimos meses, la movilización de cientos de miles de ciudadanos está impulsando una transformación en el orden político de Egipto. Y hay resultados: el dictador Hosni Mubarak renunció a 30 años de ejercicio déspota del poder. En este momento, la Junta Militar que quedó en su lugar enfrenta el mismo movimiento ciudadano que demanda la realización de elecciones para la siguiente semana y la instauración inmediata de un régimen civil. En todo este proceso de insurgencia ciudadana, donde el uso de las redes sociales ha contribuido a facilitar la comunicación, pero también a descubrir los atisbos que supone el ejercicio de la libertad, la represión de dicho régimen ha exhibido que ningún movimiento social podrá orientar el futuro sin confiscar los estamentos de poder fáctico, representados en la estructura militar, policiaca y judicial. Pero tampoco podrá lograrse un cambio sin perspectiva de género. La emancipación de la mujer no aparece, aún, con fuerza en el buscado cambio de régimen egipcio. Ahí está el caso de la joven Aliaa Magda Elmahdy, quien tomó la decisión de protestar a través de su blog (http://arebelsdiary.blogspot.com/), con una foto frontal suya, desnuda; una expresión de autodeterminación que la Coalición Egipcia de Graduados en Derecho Islámico no está dispuesta a tolerar y por la que ha solicitado severo castigo a la Fiscalía General de Egipto. Uno de los castigos que Aliaa Magda podría recibir son latigazos en público o, ya en el extremo, la muerte. Pero hay muchos casos más, como el de la periodista Mona Eltahawy, quien fue detenida al cubrir las protestas en la simbólica Plaza Tahrir. La agresiones sexuales que recibió como castigo, establecen un parámetro de misoginia ancestral, igual que en el caso de Elmahdy, que el movimiento emancipador debe desaparecer en el nuevo régimen buscado. Definitivamente no puede haber Revolución, escrita con mayúscula, si no se combate la violencia institucionalizada contra la mujer.
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