Una expresión del periodismo mexicano sigue siendo la cobertura mecánica y comprometida de hechos que no logran hacer historia. El caso más reciente, por excesivo y desbordado, es la manera en que se ha informado sobre la muerte del Secretario de Gobernación, José Francisco Blake Mora. Me parece que el tratamiento orientado de los medios (incluido en el que yo trabajo) construyó la imagen de un funcionario inexistente, por lo menos un perfil ajeno, sino es que distante, al que identificaba dicho servidor público. El presidente Felipe Calderón lo catalogó como ejemplar. El propio Blake Mora buscó construirse una imagen de mesura y madurez, cierto. Pero la verdad es que tampoco fue referente del gabinete presidencial. Me explico: un buen hombre más no la bisagra entre el gobierno federal y la agenda nacional. Varios medios dieron puntual seguimiento a los funerales y otros reprodujeron páginas interminables de esquelas, enviadas desde distintos ámbitos partidistas, sociales y empresariales que han contribuido a distorsionar el nivel histórico de este hombre. Los actores políticos se volcaron sobre su trayectoria y por momentos parecía que el país perdía a un héroe. Poca reflexión sobre la pertinencia de una cobertura que, en pocos días, será paja, como lo fue la de Juan Camilo Mouriño, el otro secretario de Gobernación que también murió en un accidente aéreo hace tres años.
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