¿Se puede hacer análisis de la televisión desde afuera? ¿Se le puede criticar con equilibrio cuando se le rechaza, cuando se le prejuicia, cuando si ni siquiera se le ve? Sin duda, la revisión de sus contenidos constituye un buen punto de partida para evaluar infinidad de tópicos. Pero la programación no es la única forma de valorarla; se pueden formular aproximaciones desde la forma en que las concesiones inciden en sus líneas editoriales e incluso del impacto que alcanza su programación cuando los sistemas de distribución condicionqn el servicio y, sobre todo, a pesar de las razonadas dudas que generan los reportes de audiencia difundidos por IBOPE. Y aquí aparece mi primera observación: resulta contraindicado hacer una lectura en bloque de la televisión mexicana. Hay matices y en cada uno infinidad de lecturas.
Sin embargo, ha sido sintomático que desde la academia y cierto periodismo militante quienes asumen la crítica de la televisión mexicana lo hagan con un dejo de prejuicio que parte, con verdades a medias y medias verdades, de la identificación del llamado duopolio que Televisa y TV Azteca integran, a partir del señalamiento de que, juntas, poseen el 94% de televisión en todo el país. Una sombra enorme, no solo económica sino ideológica también, por la cual los críticos hacen tabla raza sobre el resto de televisoras que incursionan en este singular mercado. A lo mucho en la crítica se distingue televisión pública de privada, dando por hecho que una y otra son conceptualmente distintas y se olvidan muchos proyectos regionales de televisión distintos, la mayoría albergados en los sistemas de difusión por cable. Igualmente, se dejan fuera las redes de televisión pública en la mayoría del país, bajo lineamientos de los gobiernos que cuentan con ellos en cada entidad federativa. Todo esto, sin considerar los proyectos comunitarios o emergentes que están usando internet como vehículo de transmisión.
Un último elemento que no puede quedar fuera del análisis de la televisión mexicana se puede complementar con la inclusión de las audiencias. Definitivamente no puede hablarse de contenidos sin los públicos que los sostienen al aire o les decretan una efímera existencia. Y es que la aproximación a la televisión, como unidad de análisis y evaluación, no puede realizarse sin considerar los hábitos de su consumo. Si abunda mediocridad en muchos programas es porque esa mediocridad también se pide desde la comodidad de muchos, miles, millones de hogares.
¿Quién puede otorgar credibilidad a la crítica de la televisión que excluye estas aristas de lectura indispensables para dimensionar su acción? Yo no.
¿Quién puede otorgar credibilidad a la crítica de la televisión que excluye estas aristas de lectura indispensables para dimensionar su acción? Yo no.
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