Es un despropósito criticar a TV Azteca por elegir, en libertad, qué transmitir en sus pantallas, mucho más si decide difundir un partido de fútbol en el que juega un equipo de su propiedad. Quizá como ningún otro consorcio, en el Ajusco han comprendido que uno de los rasgos que mejor definen a la televisión mexicana es su construcción como medio de entretenimiento. Millones de personas encienden el televisor para mirar películas, telenovelas, series, partidos de futbol, conciertos o eventos mundiales como los concursos de belleza, las olimpiadas y las copas deportivas. Y cuando los noticieros elevan su rating es porque han hecho de la información entretenimiento. La decisión de no transmitir el primer “el debate” organizado por el Instituto Federal Electoral entre los candidatos a la presidencia obedece a esa lógica. Si le escarbamos, los números le dan razón comercial a la empresa de Ricardo Salinas Pliego: la encuestadora Parametría ha difundido que solo el 14% de la población está “muy interesada” en seguir dicho debate y menos del 5% de la población dice tener un interés “muy grande” en la política nacional, de acuerdo revelaciones del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI)… Del otro lado, el gigante Televisa tampoco parece tener interés en transmitir dicho debate en su canal estelar y todo indica que lo haría en uno de menor alcance pero dedicado a la difusión de noticias exclusivamente. ¿Daña esta decisión a la inacabada democracia mexicana? Por supuesto que no, mucho menos con la arbitraria decisión de la ley electoral de obligar a la población a escuchar o mirar unos 19 millones de spots electorales en radio y televisión durante los tres meses de campaña. El hartazgo por lo político y el alejamiento de la población hacia esa agenda no es nueva en el país; y Salinas Pliego solamente ha obrado como hombre visionario de empresa, por más que su estilo y soberbia incomode.
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