La confrontación de la mayoría de
los reporteros y redactores del diario español El País con los directivos de la
empresa, propiedad del Grupo PRISA, que ha tenido su máxima expresión con una
huelga de 3 días contados entre el 6 y 8 de noviembre pasados, no ha
beneficiado a ninguna de las partes, pero construye la premisa, aplicada de
manera general, sobre cómo la viabilidad
de un medio de comunicación no es un asunto propiamente de mercado ni de
convergencia tecnológica sino de la integración de propósitos que logren
establecer los periodistas en su
condición de trabajadores con los propietarios de las empresas donde están
contratados.
En mi experiencia profesional he
comprendido que la crisis en el periodismo no se origina con la competencia, ni
siquiera con la evolución en la forma de difundir noticias u otros eventos de
entretenimiento; tampoco en la fragmentación de audiencias o en el surgimiento
de medios alternativos vinculados a la red, y es que mercado hay para todos.
En realidad la crisis de los
medios se presenta cuando quienes ejercen la profesión no logran comprender la
lógica empresarial, que al final de cuentas
hace números, financia y comercializa el producto de los primeros para
hacerlo rentable al momento de difundirlo. Medios como Le Monde, The New York
Times, The Guardian, por citar tres diarios de referencia (pero abundas los ejemplo
en muchas partes del mundo) han tomado medidas parecidas para enfrentar sus
respectivos retos y permanecer.
En este proceso de ajustes, sin
duda, también los directivos y propietarios de los medios que se ajustan han
contribuido a generar crisis porque tratan a sus empleados con una arrogancia estúpida, pues se resisten a entender la naturaleza de
los profesionistas contratados, que se han formado en torno a ejercicios de
análisis, lectura, comprensión e interpretación de la realidad. Sin duda el
gremio periodístico es el más crítico en cualquier empresa y, por ello, a nivel
gerencial deben establecerse vínculos inteligentes para procurar su integración
al medio para el que laboran. Y es que unos y otros se necesitan mutuamente.
No obstante, en estas
confrontaciones los empresarios llevan las de ganar, ya que el mercado laboral
es amplio y se ha nutrido por una hueste cada vez más grande de periodistas que
buscan no solo conservar su trabajo sino obtenerlo. En contraste, son pocos los
empresarios que invierten en medios de comunicación y todavía más reducidos los
proyectos editoriales autónomos, porque si algo también caracteriza al
periodista es su falta de disciplina presupuestal y la ignorancia de que el
mercado de la comunicación rara vez prospera por contenidos y siempre por una
buena planeación económica.
Además, hay que subrayar que el crecimiento
y la expansión de El País no se concretó por su crítica y lúcida línea
editorial (compartida en muchos medios españoles), sino por la visión gerencial
que le llevó a construir una empresa internacional vinculada a muchos otros
negocios. Ese punto de sustentabilidad no ha sido digerido por quienes alentaron
la huelga y la confrontación con los directivos e inversionistas del rotativo.
La huelga concluyó y PRISA
decidió seguir adelante con sus planeas de control ante la crisis por la
disminución de publicidad y desplome de su circulación, así como los cambios
tecnológicos mundiales. Despide 129 periodistas y se quedará sin algunos de sus
más conocidos colaboradores (que dicho sea de paso tampoco entienden cómo opera
una empresa y El País es una empresa), además de que desaparecen algunas
ediciones regionales en España. Para los inconformes la huelga de tres días
resultó contraproducente porque el diario no dejó de operar en sus versiones
impresas y digital, pero sobre todo porque los viejos y connotados periodistas
comprobaron que tampoco son indispensables. Una realidad dura que exigirá de
mucho temple para ser digerida.
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