El concepto de espionaje supone la obtención de
información confidencial. Para el Diccionario de la Real Academia Española constituye
una actividad basada en la búsqueda información que, de otra manera, no podría
acopiarse.
¿Y quiénes espían? Pues quienes necesitan saber
lo que otros hacen. Desde un ejército en guerra hasta un inversionista dentro o
fuera del mercado bursátil, pero también las industrias de cualquier calado, la
policía y toda entidad que busque tener o conservar poder, como los partidos
políticos sobre todo en períodos electorales.
Si digo que en este bloque debe incluirse al
periodismo no formulo nada nuevo; sabemos que la prensa obtiene primicias bajo
distintas fórmulas de información secreta, privada o reservada y que luego las
convierte en noticia.
Pero hay géneros, como el reportaje o la
columna política que se nutren de datos reservados. El gremio de los
espectáculos es quizá el más cínico en cuanto al manejo de información confidencial
vinculada al llamado mundo de la farándula. Pero estos abordajes también son
demandados por las audiencias que disfrutan leer o consumir noticias con
información de impacto, generadas por filtraciones o “investigaciones” para
revelar lo que de otra forma no se podría conocer.
Con esto no trato de hacer juicios de valor
acerca del periodismo sino de reconocer lo que constituye una de sus mejores
características: difundir secretos en un mercado que diariamente compite por
ofrecer revelaciones. La valoración respecto a lo que es o debe ser noticioso
constituye un ejercicio secundario, de línea editorial, y se formula en función
del contexto social, cultural o político de lo recabado.
Y es que al obtener o aceptar videos y
conversaciones grabadas ilegalmente, así como documentos secretos u otro tipo
de información, el periodista incide en el espionaje. ¿Qué otra cosa hace sino
ésto quien disimula, disfraza o introduce cámaras y micrófonos de manera
oculta?
Por ello llamo la atención sobre la hipócrita cobertura
generada por la filtración del programa PRISM de la Agencia de Seguridad
Nacional de los Estados Unidos, de la cual tengo una lectura diferente a la que
se ha socializado ya que no creo en el “compromiso” del ex analista Edgard
Joseph Snowden. Y tampoco creo que, siendo extensiones del espionaje, los
medios ganen credibilidad aduciendo que los gobiernos o las empresas de Internet
espían. La deshonestidad, ha escrito el ensayista David Livingstone Smith, es
una ventaja en la vida. Engaño y autoengaño son, por otro lado, condiciones
sine quanon del periodismo.
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