lunes, 15 de julio de 2013

Espionaje e hipocresía periodística

El concepto de espionaje supone la obtención de información confidencial. Para el Diccionario de la Real Academia Española constituye una actividad basada en la búsqueda información que, de otra manera, no podría acopiarse.

¿Y quiénes espían? Pues quienes necesitan saber lo que otros hacen. Desde un ejército en guerra hasta un inversionista dentro o fuera del mercado bursátil, pero también las industrias de cualquier calado, la policía y toda entidad que busque tener o conservar poder, como los partidos políticos sobre todo en períodos electorales.

Si digo que en este bloque debe incluirse al periodismo no formulo nada nuevo;  sabemos que la prensa obtiene primicias bajo distintas fórmulas de información secreta, privada o reservada y que luego las convierte en noticia.

Pero hay géneros, como el reportaje o la columna política que se nutren de datos reservados. El gremio de los espectáculos es quizá el más cínico en cuanto al manejo de información confidencial vinculada al llamado mundo de la farándula. Pero estos abordajes también son demandados por las audiencias que disfrutan leer o consumir noticias con información de impacto, generadas por filtraciones o “investigaciones” para revelar lo que de otra forma no se podría conocer.

Con esto no trato de hacer juicios de valor acerca del periodismo sino de reconocer lo que constituye una de sus mejores características: difundir secretos en un mercado que diariamente compite por ofrecer revelaciones. La valoración respecto a lo que es o debe ser noticioso constituye un ejercicio secundario, de línea editorial, y se formula en función del contexto social, cultural o político de lo recabado.

Y es que al obtener o aceptar videos y conversaciones grabadas ilegalmente, así como documentos secretos u otro tipo de información, el periodista incide en el espionaje. ¿Qué otra cosa hace sino ésto quien disimula, disfraza o introduce cámaras y micrófonos de manera oculta?


Por ello llamo la atención sobre la hipócrita cobertura generada por la filtración del programa PRISM de la Agencia de Seguridad Nacional de los Estados Unidos, de la cual tengo una lectura diferente a la que se ha socializado ya que no creo en el “compromiso” del ex analista Edgard Joseph Snowden. Y tampoco creo que, siendo extensiones del espionaje, los medios ganen credibilidad aduciendo que los gobiernos o las empresas de Internet espían. La deshonestidad, ha escrito el ensayista David Livingstone Smith, es una ventaja en la vida. Engaño y autoengaño son, por otro lado, condiciones sine quanon del periodismo.

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